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El instrumento público refleja la «verdad oficial»
El valor de la firma notarial consiste en que pone término al instrumento público, al tiempo que da vida y refleja los pensamientos y sentimientos de la persona a los que dota de efectos jurídicos.
La firma es el fin de un proceso que acaba con la autorización por el notario del instrumento público. Pero esa firma no es en ningún caso una pegatina, un simple sello, sino que implica la asunción por el notario de la responsabilidad en lo que atañe a la verdad de lo narrado y la legalidad del acto jurídico de que se trate. El instrumento público refleja así la «verdad oficial», como consecuencia de la condición funcionarial del notario, investido de la fe pública notarial, que trae como consecuencia la autenticidad del documento.
Ahora bien, la importancia de la firma notarial no se limita a la autenticidad, sino que transciende, pues al notario muchas veces no se va a firmar, sino a preguntar.
No es infrecuente que comparezca una persona para contarte sus desvelos y preocupaciones. A veces para compartir su soledad. Incluso, en alguna ocasión, tras contar sus cuitas y ordenar los hechos, ocurre que se levanta y te da las gracias, por el simple hecho de haberla escuchado. Escuchar es un principio cardinal de la actuación notarial. Tampoco faltan las ocasiones en la que se pide consejo, con la angustia de «qué hacer» o asesoramiento sobre «cómo proceder».
Pero lo importante es que quien comparece en un documento notarial gana con la firma del notario tranquilidad, fruto de la confianza que la sociedad ha depositado en nosotros.
La seguridad jurídica es un concepto abstracto, un macro concepto, pero la tranquilidad es un sentimiento que no tiene precio. Esto no quita que nuestra función, desde una perspectiva global, sea fundamental para la seguridad jurídica, y que la seguridad jurídica sea el basamento de todo Estado que se precie, como apoyo imprescindible para la convivencia social, el desarrollo empresarial y económico, y sustento de un espacio de libertad y justicia.
Puede ocurrir, es lógico, que alguien piense que eso de ir al notario es un trámite formal, un atraso burocrático. Pero la lógica se desmiente con los hechos, con las ventajas que reporta la actuación notarial, acompasada a las nuevas tecnologías.
No es malo ir al notario, incluso dos veces para una misma operación. Así ocurre en la firma de un préstamo hipotecario para la adquisición de vivienda. Hay una visita anterior a solas con el notario, para que éste revise y explique toda la información precontractual. Acudiendo al símil de la medicina, no hay operación importante sin preoperatorio; en el caso de los notarios que, desde luego, no somos cirujanos, no hay diagnóstico sin pruebas clínicas realizadas con antelación.
Por eso, al ir al notario, hay que saber que, incluso aquello que pudiera parecer muy fácil o evidente, lo que a veces no es más que un espejismo, con la intervención notarial, con la firma del notario, adquiere firmeza y goza de una eficacia especial, para la tranquilidad de todos.
* José Ángel Martínez Sanchiz es presidente del Consejo General del Notariado